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Mostrando las entradas de enero, 2015

Las puertas de febrero

¿Hasta cuándo comprenderás que no deseo flores, ni vino, ni las compras mundanas? No anhelo esas trivialidades; me basta con la certeza de tu amor. Pero si insistes en impresionarme, ofréceme un abrazo, no uno efímero, sino uno que exija mi exigencia: cálido, fuerte y perdurable. No me mires con esa tristeza en tus ojos; me despojas del deseo de besarte con ardor. En su lugar, deposito un beso en tu frente, impregnado de ternura y una sombra de dolor, anhelando que entiendas que tu amor es mi único requerimiento. Tu llamada matutina indagaba sobre mis sueños contigo. He aquí la verdad: no te soñé anoche. Pero si me preguntas ahora, ¿sueño contigo? Sí, en este instante, y tú estás aquí, conmigo. Quiero que sepas que te amo. Estamos a las puertas de febrero, y no deseo que nos agobie la presión de lo que ese mes representa para nosotros. Te lo digo ahora: nos basta con saber que nos amamos. El resto seguirá su curso; no dejamos nada al azar, ni debemos pensar así. Pero ten presente, lo b...

Los pequeños detalles

Siempre procuro ser distinto, tanto en presencia como en ausencia, en palabras y en silencios. ¿Por qué? Porque cada amor es un universo inédito, y la repetición es un fantasma que acecha la originalidad de los sentimientos. Es fascinante descubrir que con cada persona hay un mundo nuevo por explorar, y siempre puedo decir: "¡Esto es nuevo para mí!" Esa novedad es la chispa de la felicidad, la curiosidad que me impulsa a seguir adelante. Después de cada adiós, me tomo un tiempo para sanar, para volver a preguntarme sobre la magia de un beso, la calidez de un abrazo, la conexión de las manos entrelazadas. Solo entonces, cuando estoy en paz conmigo mismo, estoy listo para volver a amar. Confieso que cada mujer que ha pasado por mi vida se ha llevado un pedazo de mi corazón. A todas les he dado lo mejor de mí, y ellas a mí. Pero hay un rincón aún vacío, reservado para alguien especial, alguien aún desconocido. Las decisiones más trascendentales las he tomado enamorado, y es ese ...

Así te quiero

Amo tus defectos, tus lunares, tu ser, tus líneas que expresan más que mil palabras, tus debilidades, tus ojos que en tristeza se sumergen, tu voz y silueta que mi mundo acaparan. No busco perfección, pues en tus imperfecciones hallo mi afecto, no eres deidad ni ser alado, eres un encanto perfecto. Amo tu piel bronceada por el astro rey, tu aroma natural, sin artificio ni ley, adoro tus ojos libres de maquillaje, que revelan la verdad de tu hermoso viaje. Amo tus temores, tus sueños, tu hablar, adoro escucharte en la quietud nocturna, y verte despeinada al despertar, en esa sencillez que a mi alma retorna.

Fragmentos de memoria

Desperté con tristeza al alba, fue solo un sueño fugaz, de esos que en fragmentos persisten, que no logras abrazar. No luché por retenerlos, dejé que se esfumaran, los vestigios en mi mente, sin ganas de indagar. Intenté volver al sueño, a la calma del olvido, mas antes de sumergirme, volví al deseo perdido, al anhelo constante, a las palabras ansiadas, las que más quiero oír, que hoy no fueron pronunciadas.

Lucy

En un rincón del cosmos, donde los sueños se entrelazan con la realidad y las estrellas parpadean al ritmo de los deseos, vivía Lucy, una niña con la mirada fija en el infinito. Su habitación, un santuario de juguetes y libros, era también la cápsula de un sueño recurrente: tocar las estrellas. Cada noche, Lucy se aventuraba en su cama, convertida en nave espacial, saltando entre cojines y sábanas, intentando desafiar la gravedad y alcanzar esos puntos luminosos que titilaban en la oscuridad. Su madre, siempre preocupada, le advertía del peligro, pero Lucy solo veía el cielo como un lienzo por pintar con sus dedos. Un día, mientras el sol aún bostezaba en el horizonte, Lucy encendió la televisión. Un programa especial sobre el espacio prometía revelar los secretos del universo. Con ojos curiosos y mente inquieta, absorbió cada palabra, cada imagen de naves y astronautas, cada mención de distancias y luces. Pero la realidad era un muro frío y distante; el espacio, un sueño esquivo. La t...

La biblioteca de Marlenne

En un reino suspendido en el tiempo y el espacio, Marlenne despertaba cada mañana con el suave balanceo de su castillo, que descansaba sobre la espalda de una tortuga gigante. Esta no era una tortuga común, sino una criatura mágica que surcaba los mares del mundo y los mares del cielo, llevando a Marlenne a lugares donde los mapas se rendían al misterio. La joven princesa había visto amaneceres que competían en belleza con los atardeceres, y estrellas que contaban historias de constelaciones olvidadas. Pero esa noche, algo diferente llamó su atención: una danza de colores que se tejía en el cielo nocturno, un espectáculo que nunca había presenciado. Marlenne se asomó por la ventana de su habitación, sus ojos reflejando la paleta de luces que bailaba ante ella. Era como si el cielo hubiera decidido pintar su propia aurora, pero no una aurora cualquiera, sino una que parecía contar una historia, una melodía visual que hablaba de tiempos y lugares distantes. Intrigada, Marlenne descendió ...

La niña y el titán de acero

En el reino de lo cotidiano, donde los monstruos se disfrazan de sombras y los héroes de inocencia, vivía una niña con ojos de curiosidad y manos de valentía. Su mundo, un tapiz de colores tejido por la imaginación, se desplegaba cada noche en la penumbra de su habitación. Era una noche particular, una donde las estrellas parecían susurrar secretos antiguos y el viento jugaba a ser mensajero de leyendas olvidadas. El padre, arquitecto de sueños diurnos y esclavo de los plazos mortales, depositó un beso en la frente de la niña, un sello de protección contra las criaturas que solo la noche conoce. "Los monstruos no son más que cuentos para asustar a los valientes," dijo él, con la certeza de quien ha visto suficiente mundo para negar lo invisible. Pero la niña, heredera de un sexto sentido para lo extraordinario, sabía que la realidad es solo la superficie de un océano profundo y oscuro. Con la luz apagada y la puerta cerrada, el escenario estaba listo para que la noche revelar...

Mi anhelo

Escribo lo que en mi mente danza, lo que en mi ser cree y lo que el corazón alcanza. No sigo las reglas de la escritura con fervor, como aquellos en literatura de profesión y amor. Mi anhelo es plasmar lo que siento, mis emociones en el papel son mi aliento. Si logro con mi deseo resonar, me doy por satisfecho, sin más que buscar.

Ella

Todos buscan en el cielo la luna llena, pero yo solo anhelo verla a ella.

El bosque, el cielo y la mirada

Ean, mi discípula, una joven elfa de apenas 194 años, estaba bajo mi tutela para convertirse en una Lázarus. Sus ojos, capaces de percibir más allá de lo que un humano ordinario podría, fueron testigos de la presencia de dos mujeres que a mí me resultaban invisibles. Se detuvo en seco al ver que las dos figuras aladas me rodeaban; una reposaba su cabeza en mi hombro por detrás, mientras la otra parecía escuchar los latidos de mi corazón. Yo, ajeno a su visión, continuaba mi camino, sumido en la paz del bosque y reflexionando sobre la asimetría axial de la anatomía biológica. Al percatarme de su pausa, me detuve abruptamente y, sin girarme, inquirí si algo ocurría. Ean, con voz temblorosa, describió a las dos mujeres aladas que yo no podía ver. Le insté a no distraerse y a proseguir el camino; aún le restaba mucho por aprender. Ean, apresurándose, me alcanzó, aunque su mirada permanecía fija en mí. "Un elfo puede vivir hasta 1223 años", le expliqué, "por eso su aprendizaj...

Una promesa

En los días de nuestro noviazgo, redacté una misiva el 9 de febrero de 2014, y la deposité en un sobre lacrado. Le supliqué que me prometiera no abrir la carta bajo ninguna circunstancia, que solo rompiera el sello un año después, el 9 de febrero de 2015. Los meses se sucedieron y nuestra relación se desvaneció, llevados por los caprichosos giros del destino, cada uno tomó su sendero. No hubo más noticias ni encuentros. Ella, aún custodiaba la carta; la promesa ya no tenía peso y, movida por la curiosidad, abrió el sobre. Para su asombro, dentro había otro sobre con la inscripción: -Aún no es momento de leerlo, sigue aguardando- Lo guardó de nuevo, pero la impaciencia la venció antes de la fecha señalada, y volvió a abrir el sobre, encontrando otro más que decía: -Estás cerca, no desesperes, mantén la calma- "Debe ser una coincidencia", pensó ella, inquieta, y sin más espera, abrió el último sobre en ese instante. Se sentó en su cama, descubriendo otro sobre que advertía: -Pa...

El miedo y el amor

Es curioso cómo nosotros, los seres humanos, albergamos temor hacia lo desconocido y, sobre todo, hacia el acto de amar. Cuando el amor llama a nuestra puerta, tendemos a huir, a escondernos, ignorando que podría ser la vivencia más sublime de nuestra existencia. Nos aterra la idea de entregarnos a quien podría mostrarnos las maravillas del mundo. Como mencioné antes, optamos por la fuga, sin siquiera imaginar las sorpresas, tanto dulces como amargas, que podrían dejarnos un recuerdo imborrable. Quizá ese amor no sea el definitivo, o tal vez sí lo sea, pero las vivencias que nos brinda pueden enriquecernos, hacernos más sabios y experimentados, mejor preparados para lo que esté por venir. A menudo nos enamoramos y, a pesar de ello, avanzamos, esforzándonos por ofrecer lo mejor de nosotros mismos, aunque a veces esperemos sanar heridas antiguas o incluso olvidemos que hay alguien más allá, alguien que también puede estar temblando de miedo. Cuando el sufrimiento nos alcanza, comenzamos ...

100 cartas de amor y 2 promesas

Cien cartas de amor, dos promesas encontradas, tras la puerta, un misterio en papel reposaba. Memorias selladas, en líneas entrelazadas, en jeroglíficos de afecto, el sentimiento se guardaba.

El Libro

Llegué tarde a mi primer día como profesor. La ansiedad me invadía, deseando ocultar a los alumnos que era mi debut en la academia. Al cruzar el umbral del aula, observé a los estudiantes universitarios, mientras sostenía una caja repleta de libros de literatura, acorde con la materia a impartir. Me presenté con una confianza ensayada y, quizás impulsado por los nervios, comencé a distribuir los volúmenes. La sorpresa se dibujó en sus rostros ante tal gesto, sin saber que era parte de una dinámica para el año lectivo. Absortos en sus celulares, apenas notaron mi acción hasta que entregué el último libro. Una alumna alzó la mano, su libro estaba en blanco, sin palabras, sin título, sin números de página. Preguntó si podía tener otro. "No te alarmes por ese pequeño detalle", le dije, "solo cierra el libro y pídele amablemente que revele sus palabras". La risa inundó el aula, los celulares quedaron olvidados por un instante, y todos se unieron a la broma. Observé sus e...

Zapatillas

La princesa con zapatillas de mantequilla.

La encomienda

Un escalofrío me invadió por completo, grité al vacío, ¿por qué a mí? La carga era demasiado pesada. La misión que me confió chocaba con mi ética vital, solo un año me concedió para hallar una respuesta, apenas un año para decidir. A él, o aquello, poco le importaba mi dilema; solo deseaba que cumpliera con el encargo y al final, le presentara mi resolución.

Café en Paris

Bajo el reloj de la estación Libertad, con cinco minutos de retraso marcados en su esfera, la esperaba. La multitud se deslizaba por las escaleras, un río de rostros anónimos, hasta que su figura emergió, descendiendo con prisa. El abrazo fue un paréntesis en el tiempo, un agradecimiento mudo por aceptar la invitación. “Es un buen día para un café,” dijo ella, mirando alrededor con curiosidad. “Pero, ¿dónde está ese lugar al que vamos?” “En París,” respondí, disfrutando la confusión que bailaba en sus ojos. “¿Has oído hablar de ese país, verdad?” Ella sonrio, siguiéndome en lo que creía un juego. El tren llegó, un monstruo de acero y ruido, pero la detuve antes de que se uniera a la marea humana que lo abordaba. “¿A dónde vas?” pregunté. “A subir,” contestó, con la lógica de lo cotidiano. “No tomaremos este,” dije, señalando hacia atrás, donde la sorpresa tomó forma de locomotora. “¿Nunca lo habías visto antes?” pregunté mientras la incredulidad pintaba su rostro. Tomé su mano, y subim...

Entendible

De mentes distintas somos portadores, tú con tus ideas, yo con mis teorías creadoras, intangibles en esencia, mas en el sentir se tornan palpables, como palabras al viento que, al ser capturadas, cobran sentido, se vuelven claras y admirables.

Cartas perdidas

Clara era el nombre que figuraba en las cartas que llegaban por error a su puerta. La señorita, cuyo nombre permanecía en el anonimato, no conocía a la destinataria ni al remitente, pero la curiosidad la llevó a desvelar los secretos que esas páginas guardaban. Las misivas provenían de un tal Sr. Anderson, profesor de filosofía en la Universidad de Nueva España, quien plasmaba en ellas sus reflexiones sobre filosofía social. A la muchacha, educada únicamente para ser esposa y ama de casa, le fascinaba la prosa del profesor, tanto que olvidó su intención inicial de buscar a Clara. Con el tiempo, las cartas del Sr. Anderson se convirtieron en su ventana a un mundo desconocido, lleno de ideas y debates que nunca había imaginado. Pero un día, una carta anunció el fin de aquellos envíos: Anderson dejaría de escribir al no recibir respuesta alguna. La noticia sumió a la joven en la tristeza, temiendo perder su único lazo con aquel universo intelectual que tanto anhelaba explorar. En secreto,...

Paredes

Caminábamos desde hacía un tiempo indefinido cuando nos encontramos frente a un edificio cuyas paredes, hechas de cristales oscuros, nos devolvían nuestra imagen como espejos enigmáticos. Nos aproximamos, cautivados por el reflejo que parecía contener otros mundos. Permanecimos allí, inmóviles, mientras yo acariciaba la fría superficie y confesaba: “Es extraño, recuerdo haber pasado por aquí hace años y haber hecho lo mismo, mirarme en estos cristales oscuros. Me sentía tan solo en mi reflejo, que, incluso ahora, después de tanto tiempo, esa sensación persiste.” Ella giró su rostro hacia mí, una sombra de tristeza cruzó su mirada antes de bajarla. Luego, buscó mi mano y, sin mediar palabra, nos alejamos de aquel lugar que parecía atrapar almas en su reflejo.

Contar

En la quietud, contaba yo sin cesar, las gotas de lluvia que al suelo van, los granos de arena que en playas están, las estrellas en el cielo, un brillar sin par, los números que al infinito se quieren escapar. Y en esta cuenta, una verdad logré hallar, que el amor que por ti siento, sin dudar, es más inmenso que lo que pude enumerar.

El universo es vasto

Buenas noches, dondequiera que estés, quisiera decírtelo en persona, mas aún no sé quién eres. El universo es vasto, de tamaño inimaginable, y si no estás aquí, quizás en alguna estrella habitable, o en un cúmulo de galaxias, allí podrías estar, no lo veo como un mal, sino un destino singular.

Signos

Zodiacos trazan el cielo nocturno, estrellas fugaces, destellos oportunos, como flores silvestres en desiertos, son tan reales y tan vivos. Prometo una odisea lunar sin retorno, dejaré mis pisadas, serán mi adorno, sin mirar atrás, en el cosmos me interno, solo me dejaré llevar por el eterno. Los cisnes en vuelo, su danza celeste, casi seguro que al firmamento viste, dejando tras sí un rastro de fiesta, aquel que, en tus ojos, amor, persiste. Puentes de estrellas, de aquí a la luna, en un vals cósmico, bailan sin una, las olas del mar, su ritmo acuna, no es confusión, es la danza de la fortuna. No esperes invitación al baile estelar, la orquesta cósmica pronto ha de llegar, y en esa sinfonía que vas a escuchar, seguro que su armonía te va a encantar. Aquel punto azul, tan distante y pequeño, es un suspiro de mar, un sueño risueño, navegando en el vacío, un viaje añejo, en la inmensidad del espacio, un reflejo. Corre, que el sol ya despunta en el alba, su manto de luz, cálido, nos salva...

El abrazo

Su alegría al verme fue evidente, nos abrazamos con un ímpetu ardiente. Aunque imperfecto, fue el abrazo más auténtico y ferviente, lo curioso, es que yo no sabía quién era ella realmente.

Retira esa palabra

Amor, retira esa palabra, pon tu nombre en su lugar, verás que, al oírlo, todo empieza a rimar. Una y otra vez, tu nombre quiero invocar, hace tiempo que no sé de ti, empiezo a extrañar. Hace un tiempo, dejé de sentir, dejé de soñar, ahora recuerdo esos besos, ojos cerrados, sin dudar, con el corazón abierto, en tus brazos quería estar, mis manos en tu piel, solo tu aliento quería escuchar.

En el bosque

En el bosque entré con Ean, pensé que nada ocurriría en aquel edén. Mas el futuro y el pasado allí se hallarían, y un viejo amor, inesperado, aparecería. Su futuro yo me miraba con rencor, mientras su pasado yo no entendía el dolor. Al pasado me acerqué y le revelé, que ella, hace tiempo, de mi vida se desprendió, mi corazón destrozó, mal actué, y nuestro final, muy amargo quedó. ¿Cómo fue posible tal desenlace? Si mi amor era sincero, no entiendo el fracaso. El tiempo pasó, el amor nos dejó, ella su vida hizo, y yo, la olvidé al paso. Ean, temerosa de ella estaba, le aseguré que no había nada que temer, que al tiempo propio volverían, olvidando su extraña visita aquí. El viejo amor del pasado me abrazó, tomó mi mano, perdón me imploró. Incapaz de reaccionar, la había olvidado, enamorado de otra, no quería lastimar. Solo la abracé y le aseguré que todo estaba bien. Al cielo miré, esperando que comprendiera, que ya no sentía nada por ella, mas cortés quise ser en aquel bosque. Su futuro...

Luna querida

Luna querida, luna adorada, alma de mi ser, asómate por la ventana, déjame tu sonrisa ver. Regálame una mirada, una caricia que pueda sentir, con tu piel de plata iluminada, hazme feliz. Al caer la tarde, en la noche y al amanecer, quiero ser tu amante leal, tu presencia tener. Anhelo verte, hablarte, en un beso fundirme, y en cada paso del camino, contigo irme. Posees un encanto mágico, una magia sin fin, quien te contempla, en tu hechizo caerá sin fin. Como flecha certera que el corazón atraviesa, quedará rendido ante tu belleza, sin defensa.

Los días de bodas

Si alguna vez caminas por la calle Enrique Díaz de León, cruzando la avenida Vallarta, notarás una sucesión de tiendas de vestidos de novia. No es casualidad que esta zona se haya vestido de blanco; hay razones históricas que explican este fenómeno. Corría el año de 1910, y la Revolución Mexicana estaba a punto de cambiar el curso de la historia. Los hombres, al alistarse para la lucha, se apresuraban a casarse, dejando descendencia y protegiendo a sus prometidas de los rebeldes. Este acto de amor y precaución elevó las nupcias en Guadalajara a tal grado que todos los días se celebraban bodas. La demanda de vestidos de novia floreció, y con ella, la construcción de iglesias y capillas se multiplicó para atender a las parejas ansiosas por sellar su amor. No es de extrañar que el centro de la ciudad esté salpicado de estos santuarios del matrimonio. Luego vino la Guerra Cristera, y con ella, el temor de que las puertas de las iglesias se cerraran para siempre. La gente de pueblos y estad...