Ella era una muchacha hermosa e inteligente. Él era un chico tímido y soñador. Estaba enamorado de ella desde hacía mucho tiempo, pero no se atrevía a decírselo. Un día, por casualidad, se encontraron. Él se acercó a ella con nerviosismo, y le ofreció una conversación. Ella lo aceptó con una sonrisa, y empezaron a conversar. Él le habló de sus pasiones, y ella le escuchó con atención. Ella le hizo preguntas, y él le respondió con sinceridad. Se rieron, se miraron, se gustaron. Ella sintió algo que nunca había sentido antes. Una emoción que le llenaba el pecho, que le hacía sentir mariposas en el estómago, que le hacía querer estar cerca de él. Él sintió que su sueño se hacía realidad. Que la chica de la que estaba enamorado le correspondía, que le hacía caso, que le hacía feliz. Empezaron a salir. Él le escribía cartas, le dedicaba versos y cuentos, le regalaba pensamientos. Ella le agradecía, le sonreía. Pero pronto, ella empezó a sentirse confundida. No sabía cómo manejar esa relació...
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