Inmortalizar

Una joven se acercó con una pregunta flotando en sus labios.
- ¿Puedo fotografiarlo? -
Asentí, pues su semblante amable no dejaba lugar a negativas; allí estaba yo, sumido en un café y en el mar de palabras que plasmaba sobre el papel.

Con meticulosidad de artista, ella capturó imágenes desde ángulos insospechados, danzando de un rincón a otro del café. Lo noté al observarla furtivamente. Al concluir su danza, se aproximó de nuevo, sentándose a mi vera para revelarme las capturas de su lente.

Yo, solitario en la mesa como antes mencioné, con mi café y mis letras, noté que aquellos a mi alrededor, aunque acompañados, se hallaban sumidos en la soledad de sus teléfonos. Nuestras miradas se encontraron, y sin palabras, compartimos un entendimiento tácito de la ironía del momento. Ella expresó su gratitud y se desvaneció entre las sombras y luces del lugar, en busca de nuevas escenas que inmortalizar.

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