En mi morada
En mi morada no hay más alma que la mía, te llamé para que me acompañaras en la soledad, pero el eco de tu silencio fue la única respuesta. La inquietud se apoderó de mi noche, solo en el lecho, envuelto en mantas, abrazando la almohada como si fuera tu sombra. El frío se colaba como fantasmas curiosos por la ventana, cada corriente, un murmullo de tus dedos que ya no están.
En la penumbra de la madrugada, anhelaba ahogarme en un mar de besos, no en la sequedad de la ausencia de tu mirada. Abrumado, mi reflejo en el espejo mostraba la huella del tiempo, una barba incipiente, signo de mi desdén por la propia imagen.
Regresé a la cama, sumido en el silencio que gritaba tu nombre, añorando el sonido de tu voz, esa melodía divina. ¡Por los dioses! Cómo anhelo escucharte, no importa si es trivial o trascendental, cada palabra tuya es un manjar para mi ser, un deleite que me consume y me completa.
En la penumbra de la madrugada, anhelaba ahogarme en un mar de besos, no en la sequedad de la ausencia de tu mirada. Abrumado, mi reflejo en el espejo mostraba la huella del tiempo, una barba incipiente, signo de mi desdén por la propia imagen.
Regresé a la cama, sumido en el silencio que gritaba tu nombre, añorando el sonido de tu voz, esa melodía divina. ¡Por los dioses! Cómo anhelo escucharte, no importa si es trivial o trascendental, cada palabra tuya es un manjar para mi ser, un deleite que me consume y me completa.
Comentarios
Publicar un comentario