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Mostrando las entradas de diciembre, 2015

Ella regresará

Ella se irá de nuevo, yo procuraré olvidarla, más ella regresará, y yo, de nuevo, la amaré.

El soldado que buscaba terminar la guerra

Línea del tiempo de la historia Seis meses antes del disparo: Ana está en su casa, reflexionando sobre su futuro y su relación con su prometido, mientras su padre le ofrece libros de medicina y enfermería para su inminente partida al hospital de guerra. Cuatro meses antes del disparo: En el campo de batalla, los personajes principales están atrincherados y enfrentan un intenso fuego enemigo. Se menciona la desobediencia al teniente y la promesa de enseñar a disparar a larga distancia. Cuatro meses antes del disparo, en un hospital: Ana trabaja incansablemente en el hospital, lidiando con la escasez de suministros y el peso emocional de no poder salvar a todos los heridos. Un mes antes del disparo: Gerard y otros personajes sufren la pérdida de compañeros y enfrentan la dura realidad de la guerra. Gerard mejora su puntería con la esperanza de cumplir su misión. Seis meses antes del disparo: Se describe la despedida entre los personajes y sus seres queridos antes de partir hacia la guerr...

Tus rodillas

Me percaté el otro día, de tus rodillas al descubierto, qué hermosura, qué armonía, huesos y tendones, un concierto. Me acerqué con curiosidad, para hablar de esa maravilla, con un gesto te señalé, la rodilla, unión de muslo y pierna. Tu sonrisa pícara brilló, sin incomodarte, continué con fervor, "Estos son ligamentos", te mostré, externos e internos, cruzados, un tesoro. Evitan que sufras dislocación, ¿Por qué tu risa, cuál es la razón? ¿Serán cosquillas las que te doy, o acaso en algo me equivoqué yo? El fémur, la rótula, la tibia, mientras te digo que eres bonita, la lección sigue, presta atención, la rodilla aguanta tu peso, ¡qué emoción! Pero también es el lugar, donde mi mano puede reposar, y mientras las tuyas se posan con suavidad, nos miramos, en dulce intimidad.

Noche mágica

Esta noche fue mágica, especial, algo de mí en ti logró quedar. Los tatuajes que en tu piel dibujé, cada uno con besos ardientes sellé. Nos envolvimos en nuestro sudor, y a ninguno de los dos le importó. Estabas húmeda, y yo, en amor, me ahogaba. Juntos nos sumergimos en el placer, con el deseo de nuestra piel desprender, para luego con dulce miel cubrirnos, aquí estamos, dejemos que nuestros labios sean eslabones que nuestras pasiones atrapen, en un enlace que jamás se deshaga. Mis manos, convertidas en palomas, sobre tu figura danzaron con aromas, recorrieron tu cintura sin demora, acariciando la orilla de tu ombligo, y al escuchar tu gemido sincero, las palomas al fin encontraron su cielo.

Mi única adicción

Sueños de ardiente pasión, alegran mi ferviente corazón. Palpita con intensa devoción, te has vuelto mi única adicción.

Llegaré con abrazos

Llegaré con abrazos, deseos fervientes, a tu lado el frío se torna ausente. Los malos momentos, perdidos, olvidados, la fe en nuestros corazones, siempre guardados.

Es la ley de mi amor

Su cabello, un cosmos en expansión, en sus ojos, la chispa de un sol en ascensión. Sus labios, la mecha de una estrella en explosión, sus manos, galaxias abrazando con pasión. Ella, una constelación en mi corazón, su cuerpo, la unificación de mi devoción. No es una teoría, es la ley de mi amor, rige el cosmos, nos guía con su fulgor. Desde la era de Copérnico y Galileo, Kepler soñó con descifrar su misterio. Mas la verdad era simple, pura, sincera: la solución no era describirte, sino conocerte.

Papel origami

—Tengo un regalo para ti —dijo él, extendiendo una caja envuelta en misterio—. Ábrelo. Ella, con dedos temblorosos, retiró la tapa y descubrió su contenido. —Es papel origami, tamaño carta y completamente blanco —comentó, una ceja arqueada en escepticismo. —Parecen hojas normales, y no tengo ni idea de origami —confesó ella. —Justamente la reacción que esperaba —sonrió él, con una chispa de complicidad en la mirada—. Pero mira, te enseñaré cómo darles vida. ¿Tienes un lápiz? Ella rebuscó en su bolso y encontró un bolígrafo. Al extender su mano para entregárselo, él la detuvo suavemente. —Tú lo harás. ¿Qué figura te gustaría crear? Cualquier cosa que imagines. Ella reflexionó, observando su entorno. A lo lejos, una mujer paseaba a su gato. Decidió empezar por algo sencillo: una mascota. —Entonces, comencemos. Escribe la palabra de la figura que imaginas. Con el bolígrafo, trazó en cursiva la palabra “gato”. Al levantar el bolígrafo, el papel comenzó a plegarse solo, las esquinas cobraro...

Restauradora de arte

Llegué al salón donde ella, en lo alto de una escalera, ajustaba un cuadro. Restauradora de arte, se especializaba en el legado colonial español en México. La observé, ajena a mi presencia, mientras el polvo danzaba en los haces de luz que cuidaban el color de las pinturas. Me encantaba verla así, inmersa en su inspiración, ajena al mundo. Descendió y solo con un "hola" le revelé mi presencia. Se tocó la frente, disculpándose por olvidar nuestra cita, engañada por la ausencia de relojes y la luz natural. Le sonreí y le mostré la cena que había traído; si ella no podía ir a la cita, la cita vendría a ella. Sentados en el suelo, entre bocados, me habló de las pinturas que cobraban nueva vida bajo sus manos. Me contó cómo monasterios y conventos eran refugio de artistas, cómo la nueva tierra ansiaba su propio arte sin olvidar la visión del viejo mundo. Arte sacro, esculturas devotas, todo para iluminar tanto a fieles como a incrédulos. Señaló las obras que nos rodeaban, cada una...

Bajo el candil

¿Recuerdas los sombreros de copa, los paseos en carruajes decorados, sosteniendo telescopios hacia las estrellas, inventando viajes ilimitados? Siempre coleccionábamos hojas de árboles, murmurando secretos entre paredes, mirándonos a través de los cristales, tal vez aún lo recuerdes. Éramos jóvenes despreocupados, besándonos en rincones inesperados, mirando el cielo, juntos acostados, como dos locos enamorados. Con mi sombrero de copa y tu cabello embrujado, ven, caminemos lado a lado, del futuro al pasado, algún día sabrás cuánto te he amado. Dábamos al tiempo un adelanto, ignorando los límites del mundo ancho, solo tú y yo, redactando manuscritos, el paso del viento los dejó ocultos. Bajo el candil, sobre la mesa, reposaban las flores de nuestra promesa, y en el umbral, junto a la puerta, la carta que dejaste, eterna y cierta.

Ni siquiera yo sé

—No puedo darte lo que esperas, lo que mereces, lo que anhelas —dijo con una voz que parecía cargar el peso del mundo. —¡Vamos! Ni siquiera yo sé lo que quiero. Si lo supiera, no estaría aquí, pero aquí estoy, buscándolo. Y en mi búsqueda, el destino me ha traído hacia ti. No tengo idea si eres la pieza que falta, pero algo me dice que sí, que debes ser tú.

El peor pecado

Sigues abriendo la herida en mi ser, aquella que surgió al conocerte, mujer. El peor pecado, he de reconocer, es perderse en la belleza de tu ser. Era un santo en mi deber, pero a tu lado aprendí a ceder, que incluso un santo puede caer. Si el cielo entendiera el querer, estoy seguro de que elegiría renacer, solo por el beso de una mujer. Razones bellas que ignoré ayer, hoy en mi alma vuelven a florecer, pues aún me queda mucho por aprender. Me enamoré de tu dulce proceder, olvidé el cielo en el amanecer, tenía un gran poder, que contigo, amor, logré perder.

De todas las mujeres que vi

De todas las mujeres que vi, contigo me dejé llevar por el amor, lamentablemente no puedes estar aquí, y en tus manos soy prisionero sin temor, mi libertad se esfuma, no la hallo en ningún lado, y aunque en la batalla pueda yo perecer, vale más seguir intentando que olvidarte alguna vez. Soy ese hombre humilde, que a tu ventana llega desvelado, buscando lo que el destino me ha negado, mi suerte me desilusiona, no me permite estar contigo, mis esperanzas se desvanecen, ya no sé qué decirte, pero debo advertirte, que jamás lograré olvidarte, y mientras tú me lo permitas, aquí estaré cada noche, como ese hombre sencillo que busca enamorarte.

Soy todo tuyo

Quiéreme, quiéreme, no me dejes ir, ahora que me tienes, bésame, hazme sentir. Aprovecha este momento, soy todo tuyo, haz conmigo lo que más desees, sin orgullo. Hoy podría morir, pero no sin verte, eres mi razón de vivir, mi suerte. No me iré sin tenerte y nunca perderte, en tu amor encuentro mi norte, mi fuerte. Ahora que soy tuyo, olvida el orgullo, no me dejes, no me dejes, en este arrullo. Hazme tuyo una y otra vez, en tus brazos siempre renaceré.

¿Qué es el arte?

—¿Qué es el arte? —preguntó ella con curiosidad. —El arte —le respondí con claridad— es la búsqueda incansable de tu mirada, la adoración en cada madrugada, enamorarse de tu risa iluminada, amarte en cada verso, en cada jornada. Es besarte con pasión desenfrenada, abrazarte y sentir que el mundo no pesa nada, mirarte y descubrir universos en tu mirada, escucharte, cada palabra, una melodía alada. Es avivarte en el lienzo, en la palabra cantada, acariciarte con pincel, con pluma alzada, eso, mi querida, eso y más es el arte, un eterno amarte, en cada instante, en cada parte.

Encendió otra vela

La muchacha se asomaba por la ventana, observando a través del cristal el mundo exterior. Al tocar el vidrio, sentía el frío que se filtraba, un contraste palpable con el calor de su habitación apenas iluminada por la vela. Jugaba con las sombras, esa pobre mujer, hermosa y temerosa, temerosa de aventurarse más allá de su refugio. Apenas visible en un espejo medio oculto por sábanas, se decía a sí misma que contemplar su figura reflejada por demasiado tiempo podría llevarla a la locura. Desnuda, miraba de reojo el espejo, queriendo verse por completo, pero solo permitiéndose vislumbrar fragmentos de su ser, como si armara un rompecabezas en su mente. Aunque no era suficiente, le ofrecía cierto consuelo. Se preguntaba cómo sería realmente. Cuando la vela se consumió, la oscuridad se apoderó de la habitación. La muchacha entreabrió ligeramente la cortina para dejar pasar un hilo de luz. Sentada junto a la ventana, en la penumbra de su cuarto, extendió su brazo, intentando capturar un poc...

Por los callejones

Por los callejones, de la mano vamos, en rincones oscuros nos encontramos, jugando bajo el cielo estrellado, besando las flores, nuestro amor sellado. Nos escondemos de la luz estelar, en las sombras, lejos de mirar, con pasión y locura a desatar, en un juego que nadie puede igualar. La luna se despide, sin sospechar, de nuestro secreto logró ignorar, las estrellas también se van, sin testigos de nuestro amar. Mientras tanto, tú y yo, sin despedidas, sin ningún temor, seguimos en nuestro dulce fervor, hasta que el alba nos sorprenda con su calor.

En aquellos tiempos remotos

En aquellos tiempos remotos, cuando la humanidad aún danzaba al ritmo de las constelaciones, la Vía Láctea se desplegaba sobre nosotros como un gran lienzo celeste. Imagina tan solo, esa inmensa mancha astral iluminando la bóveda nocturna, un espectáculo que convertía cada lluvia de estrellas en una sinfonía de luces fugaces. Los hombres, aún solitarios y dispersos por los rincones más recónditos del planeta, observaban con temor reverencial aquellos objetos incandescentes que surcaban el cielo, ignorantes de que eran testigos privilegiados del nacimiento de nuevos astros. Pero ¿qué fue de esa conexión primigenia entre el hombre y el cosmos? Aquella simbiosis cósmica, ¿se ha perdido en el laberinto del tiempo? ¿Dónde quedó el lugar que ocupábamos en el universo, aquel espacio entre los astros donde cada ser humano encontraba su reflejo estelar?

Batalla

Niña de luz, niño de sombra, ella, hija del cielo; él, vástago de la tierra, partieron a librar una guerra, destinados a una muerte aún no escrita, solo uno debía sobrevivir, para inducir vida al tiempo mismo, una ley ancestral debían cumplir, y el destino se decidiría en el campo de batalla. Desde su tierna juventud entrenaron, junto a arqueros, guerreros y acróbatas, magia y proezas fueron sus aliados, bajo la mirada de profetas que los alentaban. Crecieron en poder y en valor, con la convicción de merecer, el llevar el corazón del vencido, ante los pies de su soberano. Jóvenes incrédulos, todo les fue enseñado, excepto la advertencia crucial, que el amor podría ser su final. Y llegó el día señalado, en que frente a frente se hallaron, tras años sin verse, se reconocieron, y lo que sintieron, nunca lo imaginaron. Uno de los dos debía perecer, y fue ella, la niña de luz, quien eligió morir, infligiéndose una herida letal, pero él, incapaz de soportar su partida, tomó la misma espada, ...

En un solo acto

Haces vibrar cada hueso, tensar cada músculo en su ser, mi corazón late fuerte, y en mis venas, la pasión puede arder. Muérdeme o bésame, no importa cuál sea el gesto inicial, quiero sentirte amándome, en un éxtasis sin igual. Rozaré con mis labios tu frente, descenderé por tu cuello con pasión, subiré a tus pechos, me deslizaré hasta el ombligo sin vacilación, Bajaré por el monte, recorreré tus muslos, en un viaje sin fin, finalizaré en tus pies, en un rastro de caricias que se siente divino. Destrózame y ámame, en un solo acto, por favor, rásgame o acaríciame, pero permanece conmigo hasta que salga el sol.

En el rincón más insólito

En el rincón más insólito para entablar un diálogo, dos jóvenes se entregaban a una charla efervescente sobre la naturaleza del tiempo. La discrepancia residía en sus perspectivas: ella, una filósofa; él, un ente de otra índole. Él, astuto, halló el pretexto perfecto para robarle un beso bajo el siguiente razonamiento. "Considera que un filme proyecta 24 fotogramas por segundo para simular movimiento. Si una película en el cine se extiende por dos horas, contamos con 7,200 segundos. Así, 24 \times 7,200 = 172,800 fotogramas en total. Ahora, imagina que poseo una cámara de poder inusitado, capaz de capturar infinitas imágenes por segundo. Propongamos un experimento. Concédeme un beso, uno que perdure apenas un segundo. Mientras te aproximas y me lo ofreces, capturaremos 24 fotografías en ese instante. Al transformarlas en un cortometraje, ¡observa! Con solo 24 imágenes hemos logrado apreciar el instante preciso de tu beso. La desventaja: la duración efímera de la película, merament...

El piano

Cuando el manto nocturno cubra el día y te entregues al sueño, descenderé a la sala, donde las sombras danzan al compás de mis dedos sobre el piano. Me dejaré llevar por la emoción, por esa musa esquiva que, en un suspiro, puede revelar una melodía. La atraparé, la plasmaré en partituras; será nuestro secreto nocturno, nuestra canción. En la penumbra, me acercaré a tu puerta, sin más sonido que el latido de mi corazón. Allí, en la quietud, te observaré, grabando en mi memoria tu serena imagen, mientras imagino que compartes el refugio de la sala, a mi lado, acariciando las teclas conmigo. Pero reposas en tu lecho, en un sueño apacible y distante. Tus manos hablan de amor cuando me envuelven, me atraen hacia ti para depositar un beso en mi frente. Si tan solo conocieras la dicha que me embarga al rodearte con mis brazos, al llevarte al parque, donde los pasos se cuentan y las lágrimas se liberan. No es caridad, es amor el que me impulsa; no eres una carga, eres el vuelo de mi existencia...

Ella y Él

Él: Escucha, me atraes. Ella: ¿De veras? Él: No te hagas la inaccesible. Confieso que soy un cobarde para las declaraciones. Ella: (Risas contenidas) Disculpa, no pude resistirme a ver tu reacción. Él: ¿Alguna vez has contemplado la forma de las neuronas en nuestro cerebro? Guardan un asombroso parecido con el universo. Una red de filamentos que, a escalas cósmicas, se asemejan a neuronas. No soy experto en términos médicos, pero deseo transmitirte la esencia de mi pensamiento. Ella: Sí, lo he estudiado en clases. ¿Por qué esa similitud? Pareciera que el cielo intenta comunicarnos que no estamos aislados, que, de alguna forma, estamos entrelazados. Él: Que a pesar de la inmensidad que separa las estrellas, existe un lazo que nos une, aunque nos sea desconocido. Ella: He leído acerca de la fuerza de gravedad, esa atracción entre planetas y cuerpos celestes. Es fascinante. Él: ¿Crees que tal fuerza opere entre nosotros? Ella: (Sorprendida por la pregunta, al principio malinterpreta, pero...

Estimada Señorita

Estimada señora: Con el permiso que no me ha concedido, me atrevo a redactarle estas líneas. Hace unos días, nuestros caminos se cruzaron, o más bien, usted irrumpió en mi trayectoria con tal fuerza que, sin querer, hice llover sobre el pavimento un otoño de hojas manuscritas. Soy escritor, o al menos eso pretendo ser, y en aquel vendaval inesperado, algunas de mis creaciones se perdieron sin que me percatara. Le confieso que la responsabilizo de aquel desastre literario, de haberme despojado de años de trabajo. Los escritos que se esfumaron entre sus pasos eran cuentos y poesías, tesoros de mi alma ahora vagando huérfanos por la ciudad. Si no hubiera sido por su presencia perturbadora, hoy estaría celebrando la publicación de un compendio de relatos iniciado hace lustros. Pero ¿qué valor tendrían esas páginas sin alma, sin la esencia que usted, sin saberlo, ha vertido en ellas? Mis poemas carecían de su esencia antes de conocerla, y mis cuentos ignoraban la existencia de un ser como u...

Tu mirada me cautiva

Tu mirada me cautiva, me envuelve en locura, con su misterio hermoso, es pura ternura. Quiero verte hoy mismo, saber a dónde voy, en tu presencia hallar el camino que perdí. Navego en un mar de ideas, en tormenta sin fin, en la noche más oscura, sin estrellas a seguir. Mas mi corazón valiente, mi guía en la penumbra, en el alma hay una voz que a ti me lleva siempre. Dime a dónde ir, qué acciones tomar, temo caer en la sombra, en la soledad. El miedo de perderte, de nuevo en la distancia, me atormenta, me consume, me roba la esperanza. Esa mirada tuya, en sueños la he visto, cuando el cielo se aclara, y el miedo es vencido. Miro hacia el frente, mi ser se acelera, con la brisa de la esperanza, que a mi alma eleva. Las velas se despliegan, el viento las impulsa, con aires de esperanza, mi barco ya no duda. El timón firme en mis manos, la ruta se despeja, la brújula interna, mi deseo refleja. No abandonaré lo que mi corazón ansía, seguiré adelante, con valentía. Conquistaré mis sueños, si...

En el silencio de la luna

En el silencio de la luna, donde los sueños se hacen mar, navega un barco de esperanzas, rumbo a la eternidad. La brisa lleva melodías, de un amor que nunca morirá, tejiendo entre las sombras, una historia sin final. Cada estrella, un recuerdo, cada luna, un suspirar, en este universo inmenso, tu amor siempre brillará.

Desde el amanecer

Del otoño a la primavera, qué distintos nos mostramos, tú, de mirada hechicera, yo, de manos que encantan a ratos. Desde el amanecer hasta el anochecer, es esencial poder comprender, que para el alma satisfacer, debemos a su voz obedecer, y así dejar el amor florecer.

Si el viento

Si el viento del olvido se llevase cada rastro de su esencia de mi memoria, ¿renacería acaso la chispa de aquel amor? ¿Volvería a tropezar con las mismas piedras de este sendero? Estas preguntas me asedian y, aunque las respuestas las busco, se deslizan entre mis dedos como sombras al ocaso.

Cartas vacías

Cartas vacías, repletas de letras, palabras mudas, sin nada que contar, en cada trazo busco la frase perfecta, las palabras que puedan implorar: "Quédate ahora, no te vayas a marchar." Las palabras justas nunca estuvieron ocultas, pues nunca llegaron a ser plasmadas, el deseo era tan solo no perderte jamás, más he fracasado, una vez más. Cartas vacías, repletas de letras, palabras mudas, sin nada que contar, más quien las redactó, no logró expresar la verdad, lo que en su alma ardía sin cesar.