Niña de luz, niño de sombra, ella, hija del cielo; él, vástago de la tierra, partieron a librar una guerra, destinados a una muerte aún no escrita, solo uno debía sobrevivir, para inducir vida al tiempo mismo, una ley ancestral debían cumplir, y el destino se decidiría en el campo de batalla. Desde su tierna juventud entrenaron, junto a arqueros, guerreros y acróbatas, magia y proezas fueron sus aliados, bajo la mirada de profetas que los alentaban. Crecieron en poder y en valor, con la convicción de merecer, el llevar el corazón del vencido, ante los pies de su soberano. Jóvenes incrédulos, todo les fue enseñado, excepto la advertencia crucial, que el amor podría ser su final. Y llegó el día señalado, en que frente a frente se hallaron, tras años sin verse, se reconocieron, y lo que sintieron, nunca lo imaginaron. Uno de los dos debía perecer, y fue ella, la niña de luz, quien eligió morir, infligiéndose una herida letal, pero él, incapaz de soportar su partida, tomó la misma espada, ...