En un rincón del mundo donde los jardines flotan y los cristales refractan sueños, vivía una niña con cabello de sol y ojos de cielo despejado. Ella tenía el don de leer las historias que el viento guardaba entre las hojas. La niña pasaba sus días entre libros y pergaminos, tan absorta en sus lecturas que olvidaba el juego y la risa. Los niños del pueblo la invitaban a correr bajo el sol, a explorar los montes y a reír bajo el cielo azul, pero ella prefería sumergirse en las aventuras que solo podía vivir a través de las palabras. Un día, mientras el sol tejía hilos de luz entre su cabello, la niña encontró un libro sin título, con páginas en blanco que parecían esperar ser llenadas. Intrigada, tomó su gis y comenzó a escribir, no historias de otros, sino la suya. Con cada palabra, los jardines colgantes se mecían, y los cristales cantaban melodías que solo ella podía escuchar. Y así, sin darse cuenta, la niña comenzó a jugar, a bailar con las sombras y a reír con el eco de su propia v...
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