El río bajo nuestros pies
Me senté junto a ella a la orilla del río, donde su tristeza se reflejaba en el agua. Le di tiempo y espacio para que se calmara, sin presionarla con palabras. Quería estar en sintonía con su momento de serenidad, no añadir más peso a su situación. Me acerqué un poco más y nos quedamos mirando el caudal del río, sintiendo esa libertad que ofrece la naturaleza, esa paz que alivia las emociones tensas y tranquiliza la mente. Ella seguía mirando el río. Oí un suspiro y me incliné hacia el agua, tocando con mis dedos la frescura que ofrecía el elemento. El líquido pasaba por mis manos y solo me limité a sentirlo. Entonces, ella se movió y me acompañó a sentir la corriente del agua. Algo saltó del agua y le salpicó algunas gotas en su rostro. Ella sonrió, yo me reí un poco y nos unimos por un momento en la alegría. Nos levantamos y caminamos por la ribera del río, disfrutando del paisaje y de la brisa. Solo había un silencio entre nosotros dos, un silencio necesario, que hablaba más que las...