El antiguo libro de alquimia
Sentada al borde del sueño, ella parpadeaba al ritmo de sus dedos tamborileando sobre el antiguo libro de alquimia. Temía que algún día, sin previo aviso, la muerte irrumpiera en su cuarto con un grito estridente para arrebatarle la vida. Portadora de un alma oscura, reflejada en la sombra que se deslizaba por el suelo, observaba cómo la fogata de la chimenea danzaba y jugueteaba con su fría silueta. A cada instante, una silueta parecía estrangular a su dueña, pero no eran más que las cortinas mecidas por el viento y las ramas de un árbol que se erguían, alabando la tenue luz de la luna. Ella, cuyo nombre no puedo pronunciar, se levantó para comprobar si la muerte aún no había llegado. Despreció el libro que le prometía vida eterna, rehusándose a abandonar las riquezas que poseía, deseosa de conservar la belleza con la que había sido bendecida. “Maldita muerte”, exclamó enfurecida, “no podrás despojarme de mis posesiones. Soy joven y hermosa. ¿Acaso no hay un hombre que ante mi presenc...